martes, 18 de noviembre de 2008

Cuestión de perspectivas.

Una vez me dijeron que los corazones destiñen, que destiñen como lo hacen los principes azules. Una vez. Y entonces lloré, porque ni siquiera sabía que los principes azules no eran azules, si no marrones, o verdes, que eran sapos, y por muchos besos no se transformaban. Era mi inocencia, santa, intacta, de la que nacieron lágrimas vírgenes, que sabían a pureza al llegar a los labios. Pero las lágrimas se gastan, efímeras como todo en esta vida, y cuando los párpados se levantan, toca mirar de otra manera. Perspectivas. Y me di cuenta de que nada destiñe, si no, cambia de color. (¡Cambiar! Odio esa palabra, y todos sus derivados). Cambia de color dependiando de la perspectiva, y llegó el momento de tomar otra perspectiva. Madurar, como lo llamarían unos. No, no es eso, simplemente es darse cuenta de que la vida no es color de rosa. ni de color verde, ni marrón, ni azul. Es darse cuenta de que la vida, como el corazón y los príncipes es la mezcla de todo. Mezclate conmigo. Tú marrón y mi rojo, inventemos colores... Inventemos corazones que no destiñan.

4 comentarios:

Dara dijo...

¿Y de qué color serían para que no puedan desteñirse?

pequeño rock&roll dijo...

Bastaría en creer que no destiñen. Pero a mi me pertubaron, cuando te dicen que los corazones destiñen, ya no hay vuelta a atrás, por mucho que queramos.

meri yein dijo...

bonitaaaaa :**

Lady. dijo...

Hay cosas que están más bonitas desteñidas, aunque suene irónico. Los corazones en cambio no, deberían mantenerse siempre rojos, lo digo por pura experiencia, el mío bombeará su sangre pero rojo rojo no es.

un muaaa